Por George Clarke Paliza
2. Selección natural y selección artificial
En el Origen de las especies, Darwin había explicado cómo operaba la selección natural y la supervivencia de los más aptos en la evolución de los seres vivos. Esta selección sólo opera libremente en el mundo natural sin intervención y manipulación artificial, es decir, humana. El hombre es el único animal que ha podido manipular la selección natural mediante la cultura, creación derivada de sus habilidades físicas y cognitivas. Teóricamente, el mundo artificial podría reducirse a una extensión del mundo natural; sin embargo, en este estudio hablaremos de la cultura como una creación que, según el caso, camina con o en contra de la naturaleza. Darwin había predicho que cada especie tiende a reproducirse ilimitadamente en proporción geométrica mientras que las condiciones del entorno que permite su supervivencia se reproduce aritméticamente; afirmación tomada de la lectura del Ensayo de la población de Robert Malthus.
Asimismo, Darwin argumenta que el ambiente se encarga de mantener un equilibrio poblacional en cada especie mediante peligros constantes e inevitables como depredadores, escasez de alimentos, enfermedades, cambios climáticos, etc. En El origen de hombre, denunció directamente los efectos negativos que la civilización estaba causando al frágil equilibrio demográfico, y explica, en un párrafo hoy muy políticamente incorrecto, que la civilización ha ido eliminando los factores ambientales que se encargaban de impedir una superpoblación humana1.
El hombre ya no tiene más depredadores que otros hombres, la revolución industrial ha solucionado en parte la escasez de alimentos, el equilibrio de fuerzas de las superpotencias ha impedido otra guerra mundial durante 60 años seguidos, y las guerras actuales no causan tantas muertes como las de antes. Malthus, intuyendo indirectamente la presencia de la selección natural, sostenía que el exceso de población era controlado por la aparición, cada cierto tiempo, de grandes catástrofes naturales como epidemias, sequías, terremotos, fenómenos muy familiares en nuestros días. La medicina ha logrado eliminar algunas enfermedades y pestes antiguas que también causaban catástrofes demográficas cada cierto tiempo.
La medicina actual se dedica más a controlar los efectos y síntomas de las enfermedades convirtiendo los antiguos males incurables y mortales en enfermedades crónicas que permiten a sus portadores vivir lo suficiente como para reproducirse transportando con ello sus genes enfermos a sus descendientes.
A primera vista, resulta extraño que en las líneas anteriores se enumere la disminución de los peligros que amenazan a la especie humana con cierta nostalgia como si fuesen fenómenos favorables cuando toda la tecnología y cultura están encausadas para eliminar dichos peligros. Se busca evitar las guerras, las enfermedades, las hambrunas y sequías; ahora se habla de nuevas amenazas, como el cambio climático, el efecto invernadero y sus predecibles devastadores efectos. Si hablamos con preocupación sobre la reducción de los efectos mortales de dichos fenómenos, es porque éstos son necesarios para mantener el equilibrio demográfico y permitir, en parte, los efectos de la selección natural y la supervivencia de los más aptos (al menos en el caso de ciertas enfermedades).
Algunos optimistas consideran que actualmente las condiciones de vida son mejores que hace 500 años porque la esperanza de vida ha aumentado y tenemos más comodidades, mejores condiciones sanitarias y mejores comunicaciones. Es verdad que toda mirada retrospectiva nos hace pensar que el presente es mejor. La ilusión de progreso es producto de una mirada históricamente anacrónica del pasado. Tenemos nuevos inventos y mejor tecnología para solucionar problemas actuales que antes no existían. Hace 500 años era imposible imaginar el avance actual en las comunicaciones y comodidades, y por lo mismo dicho progreso no era necesario. La inteligencia humana sirve esencialmente para solucionar problemas.
También es cierto que la tecnología, a la vez que soluciona problemas, crea también problemas nuevos e innecesarios. Si en
Por supuesto, cuando hablamos de condiciones de vida precarias nos referimos a la gente pobre; la clase media tiene ingresos que le permitirán una vida larga y más o menos cómoda. Pero la mayor parte de la población humana vive o sobrevive en estado de pobreza y muchos de estas personas viven largas vidas de interminable miseria. Podríamos utilizar, como ejemplos de sociedades bajo el efecto de la selección natural, a muchos países africanos y asiáticos sumergidos en extrema pobreza.
En dichos países la pobreza económica y material, las precarias condiciones higiénicas, las sequías y hambrunas, las enfermedades y epidemias (como actualmente el SIDA) la inestabilidad política y las constantes guerras étnicas y religiosas, revelan unas condiciones de vida extremadamente duras donde los más adaptados físicamente son los que sobreviven. La densidad de la población es alta pero a la vez muy pobre; y aunque la tasa de natalidad es relativamente alta se compensa por una tasa de mortalidad igualmente elevada.
En estas condiciones es comprensible que las parejas opten por tener muchos hijos porque saben que no todos sobrevivirán; aunque a pesar de las duras condiciones, las estadísticas demuestran que logran sobrevivir más hijos que la media necesaria y recomendable para mantener un crecimiento demográfico sostenible1. Esta lógica reproductiva no funciona en los países desarrollados donde los hijos están muy protegidos y cuidados. Resulta curioso que en los países europeos desarrollados la tasa de natalidad sea muy baja cuando las condiciones para criarlos sean tan favorables2; y consecuentemente, la baja tasa de nacimientos está creando un progresivo envejecimiento de la población que traerá graves problemas en el futuro cercano.
En los lugares como África, donde mucha gente se muere de hambre o enfermedad, la selección natural se encargará de mantener vivos a los individuos que están físicamente mejor constituidos para hacer frente a un ambiente hostil. En este caso, la descendencia de los supervivientes tendría mayores posibilidades de heredar genes más vigorosos y resistentes a las duras condiciones de sus progenitores. Finalmente, cabe remarcar una vez más que la selección artificial de las sociedades modernas tiende a la igualdad, y en esto justamente radica su peligro, porque por el contrario, la selección natural está basada en la desigualdad; la diferencia entre los individuos determinan sus posibilidades, méritos de supervivencia y reproducción.
Cabe aclarar que no buscamos reinstalar la selección natural por motivos conceptuales o por un romántico retorno a la naturaleza; creemos que la selección artificial, que anula (en realidad ignora, pues las diferencias genéticas son imposibles de eliminar) las diferencias reales entre individuos está perjudicando lenta (y por ahora invisiblemente) a la especie humana.
3. Genes, memes y herencia
Frente a la herencia biológica, obviamente causada por la carga genética, se contrapone la influencia del entorno y la cultura. Hasta qué punto el entorno cultural influye en la herencia genética no es posible de determinar, pero es indiscutible que las prácticas culturales modifican y controlan la fijación de mutaciones favorables para el organismo. El determinismo biológico ha sido criticado por sustentar ideologías de desigualdad y opresión; como la hegemonía histórica masculina y ciertas prácticas de dominación que se justificarían por ser naturales.
El organismo no es una tabula rasa donde su formación cultural determina sus habilidades futuras; es obvio que las posibilidades físicas e intelectuales de una persona están determinadas hasta cierto punto por su constitución genética. Supuestamente, el cerebro humano, aunque determinado desde el nacimiento por su número de células, es capaz de evolucionar en inteligencia si el ambiente es estimulante. El fin del crecimiento biológico del cerebro no significa el fin de sus habilidades aunque es obvio remarcar que una persona con retraso mental no podrá desarrollar más allá de cierto límite. Es indiscutible que los individuos heredan habilidades distintas, sean éstas intelectuales, artísticas, musicales, etc.
Una tesis más moderada supera la oposición entre deterministas y culturalistas y propone una tesis intermedia de interacción biológica y cultural; el organismo es una mezcla compleja entre determinación genética y carga cultural. El antagonismo biológico-cultural contiene una falacia pues supone un divorcio entre ambas posturas en un retorno al dualismo cartesiano que supuestamente ha sido ya superado mediante la tesis de los dos puntos de vista; el cerebro y la mente ─la carga biológica y la carga cultural─, son dos lados de una misma moneda. Un organismo no vive adaptándose pasivamente al entorno sino que, en su desarrollo, modifica activamente al entorno según sus propias necesidades, por lo tanto hay entre organismo y entorno una adaptación mutua.
Los autores de No está en los genes1 desarrollan muchos argumentos para intentar demostrar que el determinismo biológico es perverso y está contaminado de ideología, pues tiene como efecto justificar algunas prácticas culturales que son injustas pero supuestamente naturales y por lo tanto deben ser permitidas2. Según estos autores el ser humano no está determinado por su
Cabe entonces preguntarse ¿por qué, si el ser humano siendo capaz de modificar su entorno y hacerlo más justo, hasta el momento no lo ha hecho? Si en el mundo real predomina el egoísmo y la injusticia, la teoría de la determinación biológica resulta ser una explicación muy lógica independientemente de sus efectos justificadores que en principio serían una consecuencia involuntaria de la teoría (por ejemplo, como sostiene Wilson y otros, la violencia es inherente al ser humano porque éste contiene una naturaleza agresiva que necesita para adaptarse al entorno). Los críticos del determinismo biológico argumentan que esta postura cae en la clásica falacia es-debe, donde porque se afirma que la evolución funciona mediante la selección y discriminación de los más débiles, entonces debemos dejar que siga dicho curso aunque contradiga los valores culturales socialmente aceptados.
Aunque para muchos las maneras amorales de la selección natural contradicen su principio de igualdad moral, una antropomorfización de la naturaleza sería equivocada y además indeseable. Como dice el dicho popular, «si algo funciona no lo toques» (y más aún si al tocarlo lo arruinarás). Si los resultados del determinismo biológico tienden involuntariamente a justificar ciertas prácticas de dominación y desigualdad, eso no implica que dichos resultados sean falsos o estén orquestados por la ideología que ha resultado favorecida; sólo la hace, estrictamente hablando, sospechosa, y por ello digno de una minuciosa revisión; pero utilizar dicho argumento para desestimar una teoría es caer en la siguiente falacia: la teoría es falsa porque justifica una ideología perversa. Y ahora preguntamos, ¿si los resultados del determinismo biológico fuesen ─de alguna extraña manera─ favorables para justificar el orden de igualdad social que anhelan sus detractores, también sería una teoría equivocada?
Para ilustrar la falacia antideterminista plagiaremos una acertada cita que dichos autores tomaron de uno de los personajes de Saul Bellow, (pero para fines, obviamente, muy distintos): «que sea paranoico no implica que la gente no me persiga»1. Aceptar que el ser humano es por naturaleza egoísta y poco democrático es, para la sensibilidad política y social actual, muy incómodo y por ello no sorprende que se hagan inagotables esfuerzos por intentar definir al hombre como un ser altruista y justo, pero los milenios de historia de luchas y dominación hacen que dicha teoría sea muy idealista e ingenua.
Además, que en el Estado de Derecho la igualdad y justicia sean prácticas impuestas por coacción legal (y bajo severas amenazas de castigo) hacen que, como sostenía Hobbes ─y con el pesar de Habermas─, la supuesta amabilidad humana resulte muy sospechosa. Según Dawkins, la selección natural funciona básicamente a nivel genético, los genes más eficaces se reproducirán a través de las generaciones de organismos (máquinas) que las hospedan. Los genes son «egoístas» porque utilizan al organismo para su supervivencia. Los cuerpos son efímeros, pero los genes permanecen1.
La selección natural favorece a aquellos genes que son útiles para la supervivencia de la máquina hospedante. Como ya sabemos, los genes malos son progresivamente eliminados a través de las generaciones. Sin embargo, la teoría del gen egoísta no discrimina entre genes buenos y malos; todos los genes, aunque sean favorables o desfavorables para el cuerpo, intentan sobrevivir al cuerpo portador. Aparentemente, parece obvio que un gen bueno será más eficaz en su supervivencia que un gen malo, y debemos preguntarnos cómo es posible que los genes que ocasionan enfermedades al organismo hospedante logren sobrevivir si tienden a matar a su portador. Los genes letales y semiletales (los que debilitan al organismo ocasionando su muerte por causas indirectas) logran transportarse porque sus efectos aparecen cuando el organismo ya ha alcanzado la madurez sexual y sus posibilidades de haberse reproducido son elevadas, en este sentido son genes letales «exitosos»2.
Según esta conducta, es fácil entender por qué la mayoría de enfermedades degenerativas y mortales aparecen a una edad más o menos avanzada, estos genes letales están esperando pacientemente que el cuerpo haya tenido el tiempo suficiente para reproducirse y una vez pasado este tiempo estos genes malignos se desarrollan libremente. El fin es sólo la transmisión, una vez cumplido este fin el cuerpo puede ser desechado. Los genes letales no cometen suicidio a menos que maten al cuerpo portador antes de haberse reproducido. Regresando al tema de la herencia cultural, Dawkins introdujo el término memes para referirse a las entidades responsables de la evolución cultural en paralelo a la evolución genética.
Los memes son, según Dawkins, los «nuevos replicadores». Un replicador es una molécula de ADN capaz de generar copias de sí misma; los «antiguos replicadores» son los genes1. Análogamente a los genes, los memes también son seleccionados, logran fijarse en la evolución cultural aquellos memes (ideas o prácticas culturales) que se ven reforzados por la selección génica. Los memes, al igual que los genes, tienen sus alelos. Conviene recordar que el alelo de un gen es su contrario o «rival» con quien luchará por ocupar un lugar en uno de los 46 pares de cromosomas. El gen ganador es el dominante y el vencido es el recesivo. Memes contrarios son ideas opuestas que luchan por imponerse en la evolución cultural, los memes vencedores son los que se adaptan mejor a la evolución génica, y a su vez, la evolución génica se ve modificada por los memes victoriosos.
Por ejemplo, la creencia en una divinidad (o poder sobrenatural) es una práctica cultural universal; y según la teoría de los memes, la creencia en los dioses venció al ateísmo históricamente porque la fe estimula prácticas biológicas y sociales más eficaces que el ateísmo. La fe religiosa sería eficaz, por ejemplo, para impulsar el altruismo, la cooperación social y la tranquilidad espiritual. Un ejemplo de un meme vencido por su ineficacia sería el incesto. Estudios demuestran que el tabú del incesto es una práctica universal porque la evidencia revela que la reproducción entre parientes directos es genéticamente perjudicial, y por consiguiente, los memes que favorecen la exogamia sirven para una propagación eficaz de genes.
Sin embargo, como afirma Dawkins, a veces los genes y memes entran en contradicción. Como ejemplo relevante para este ensayo podríamos postular que el meme de la igualdad moderna sería contradictorio a los intereses de la evolución génica que no puede practicar la igualdad como principio seleccionador. Impedir la selección natural de los genes sería el terrible efecto del meme de la igualdad. La teoría de los memes puede resultar peligrosa, pues el hecho de que un meme se imponga en la evolución cultural podría envolverlo en un halo de validez y verdad. Sería fácil pensar que los memes victoriosos han triunfado porque marchan en el mismo sentido de la selección natural y por ello merecen ser considerados como mejores (determinismo memético), sin embargo, esto es una ilusión.
Si la selección natural es un proceso determinado básicamente por mutaciones y relaciones entre el azar y la necesidad, los memes que ejercen influencia en ella no pueden pretender justificarse por su adaptabilidad correlativa. Si determinados memes han logrado fijarse en la herencia cultural sin ser eliminados por la evolución génica ello no implica que estos memes sean beneficiosos ni los mejores, sus efectos podrían ser genéticamente neutros o insignificantes. Simplemente ciertos memes han sobrevivido porque forzosamente ─por azar y por necesidad─ algunos tenían que hacerlo.
El meme dominante no necesariamente es más correcto ni el mejor de los posibles (aunque también es verdad que podría serlo), simplemente, es un meme eficaz y su actual eficacia no significa que otros memes, por ahora inexistentes o recesivos, podrían ser más eficaces que aquéllos. Siguiendo con las analogías genéticas, tendríamos que alertar la existencia de memes letales para los genes, memes que impedirían el éxito reproductivo de los genes que la selección natural habría escogido como los genes que merecen mantener viva la especie.
Queda por resolver la paradoja de por qué un meme, tal como el de la igualdad, está imponiéndose en la evolución cultural. No sería válido argumentar que si dicho meme es actualmente dominante ello garantiza su existencia como un meme histórica y evolutivamente correcto. Si consideramos la gran lentitud de los cambios en la selección natural y suponiendo generosamente que el meme de la igualdad moderna tiene unos 300 años de antigüedad, los efectos genéticos serían aún imperceptibles, pero su actual aparente invisibilidad no implica su inexistencia. Sus devastadores efectos pueden deducirse teóricamente por la evidencia acumulada hasta el momento del mecanismo y conducta de la selección natural.
1 «Los salvajes suelen eliminar muy pronto a los individuos débiles de espíritu o de cuerpo, haciendo que cuantos les sobrevivan presenten, de ordinario, una salud fuerte y vigorosa. A realizar plan opuesto, e impedir en lo posible la eliminación, se encaminan todos los esfuerzos de las naciones civilizadas; a esto tienden la construcción de asilos para los imbéciles, heridos y enfermos, las leyes sobre la mendicidad y los desvelos y trabajos que nuestros facultativos afrontan por prolongar la vida de cada uno hasta en el último momento. Aquí debemos consignar que la vacuna ha debido preservar también a millares de personas que por su constitución débil hubieran sucumbido en otro tiempo víctimas de la viruela. De esta suerte, los miembros débiles de las naciones civilizadas van propagando su naturaleza, con grave detrimento de la especie humana, como fácilmente comprenderán los que se dedican a la cría de animales domésticos». (Darwin, El origen del hombre, op. cit, p. 135)
1 Según estudios recientes, la población del África subsahariana ─que representa el 10% de la población mundial─, es de unas 700 millones de personas. Se calcula que en el año 2050 se habrá doblado esa cifra a pesar del imparable avance de la epidemia del sida que ha infectado a dos tercios de aquellas 700 millones de personas. Los especialistas advierten que en el año 2015 la esperanza de vida en los países africanos más afectados habrá retrocedido a unos 17 años si no se toman medidas urgentes por controlar la epidemia. (Fuente: Historia Universal EL PAÍS, Madrid. Salvat, 2004, Tomo 20, pp. 455-458)
2 Antiguamente, el costo de tener hijos se veía compensado en un tiempo relativamente corto, y por ello no resulta extraño que los pobres tengan muchos hijos a pesar de su falta de recursos, pues los hijos ayudaban en el hogar o trabajaban desde la temprana infancia. Actualmente, en la sociedad capitalista, tener hijos es poco rentable pues éstos empiezan a ser económicamente productivos a una edad muy tardía.
1 R.C. Lewontin, S.Rose y L.J. Kamin, No está en los genes, Racismo, genética e ideología, Barcelona, Biblioteca de bolsillo, 2003
2 Resulta paradójico que los autores mencionados condenen enérgicamente el uso de ideología cuando a su vez defienden la ideología contraria de la igualdad moderna.
1 No está en los genes, p. 337
1 «Los genes son inmortales, o más bien, son definidos como entidades genéticas que casi merecen esta calificación, nosotros, las máquinas individuales de supervivencia en el mundo, podemos esperar una vida que se prolonga durante unas cuantas décadas. Pero los genes tienen en el mundo una expectativa de vida que debe ser medida no en términos de décadas sino en miles y millones de años». (Dawkins, El gen egoísta, Barcelona, Salvat, 2002, p. 44)
2 «Por ejemplo, un gen que hace que cuerpos viejos desarrollen un cáncer podrá ser transmitido a numerosos descendientes, ya que los individuos se reproducirán antes de contraer la enfermedad. Por otra parte, un gen que hace que cuerpos de adultos jóvenes desarrollen un cáncer no será transmitido a muchos descendientes, y un gen que hace que niños desarrollen un cáncer fatal no será transmitido a ningún descendiente. De acuerdo con esta teoría, entonces, la decadencia senil es simplemente un subproducto de la acumulación, en el acervo genético, de genes letales que actúan a edad tardía y semiletales, a los que se les ha permitido que se deslicen a través de la red de la selección natural simplemente porque actúan a una edad tardía». (Ibid, p. 52)
1 «Al igual que los genes se propagan en un acervo génico al saltar de un cuerpo a otro mediante un proceso que, considerado en su sentido más amplio, puede llamarse de imitación. Si un científico escucha o lee una buena idea, la transmite a sus colegas y estudiantes. La menciona en sus artículos y ponencias. Si la idea se hace popular, puede decirse que se ha propagado, esparciéndose de cerebro en cerebro». (Ibid, p.251)