La filosofía de Marx no está perdida, no ha desaparecido, se le puede observar en la lobreguez de los rincones, silenciosa, como limosnera en tiempo de penuria, como espectro en tiempo de incredulidad. Derrida mira el pasado, sin embargo reconoce algo en común entre éste y el presente, sus ojos vislumbran no una sistematicidad científica en el orden del tiempo, sino un discurrir de nuestro ser que se mueve como el agua sobre el cristal de la eternidad. El ser humano aspira comunicarse esencialmente, no con el otro en tanto hombre, sino con lo Otro en tanto divinidad. Lo divino y lo humano se mezclan en una intermediación que el pensamiento construye para sí. La palabra fluye silenciosa violando espacio y tiempo, pero ésta no ha encontrado lo suyo aún, lo que le otorgaría satisfacción al hombre. Por eso el pensar del melancólico brota como agua en el desierto, ahogado en alcohol fuera de los límites de la racionalidad. La inspiración derrideana, nace y crece sobre la amargura, al contemplar este mundo ruin y decadente, busca la salvación en la súplica y la intervención divina para mejorar la tortuosa y miserable condición humana.
En nuestras democracias liberales contemporáneas, los Estados se subordinan al capital, y el discurso hegemónico gira en torno a legitimar el dominio del capital y la técnica; un ejemplo de esto lo tenemos con Francis Fukuyama en El fin de la historia y El último hombre, donde el autor revela una especie de “espera” de que se cumpla alguna fuerza mesiánica. Fukuyama tiene fe de que la técnica y la hegemonía político-económica sea la sociedad más aceptable que constituya el fin de la historia, pues será la única que vincule diferentes regiones y culturas sobre toda la tierra.[1] Sin embargo Fukuyama parece no tomar en cuenta los enormes problemas internacionales que atraviesa la sociedad contemporánea: la guerra en Medio Oriente, las dictaduras, las megalomanías de Stalin, Hitler, Sadam Hussein y Bush.[2] Algunos otros problemas como el hecho de que el Estado-nación se enfrenta con redes de capital, producción, comunicación, crimen, instituciones internacionales, aparatos militares supranacionales, etc. Fukuyama confía inocentemente que existirá una armonía entre la racionalidad económica o de la fuerza con la estabilidad de las naciones, es decir, una mezcla de Hegel y Koyéve. Existe una especie muy peculiar de espera a que se realice la sociedad perfecta; la fe sobrepasa a la razón en tiempo de crisis. Frente a la crisis contemporánea el hombre se entrega a esperar, porque la fe así lo requiere.
La política contemporánea está cambiando frente al surgimiento violento de fuerzas económicas cuyos cerebros permanecen invisibles. Los políticos, que antes representaban a un Estado-nación en el ámbito internacional, o a un sector de la sociedad en el ámbito nacional, ahora fungen como marionetas o medios para lograr aspiraciones capitalistas que han rebasado la competencia de los Estados-nación, violando las leyes nacionales e internacionales. La política se ha convertido en escenario de una representación teatral, cuyo objeto es persuadir a través de los medios de comunicación a la gente, sin embargo ellos ya no tienen poder, son solo marionetas del capital. El capital o puta a la cual se le reza como a un dios, se ramifica en la industria y el comercio de armamentos, en la regularización de la investigación científica, de la economía y de la socialización del trabajo en las democracias occidentales. La venta de armas gana terreno frente al narcotráfico, aunque ambas van de la mano.[4]
Existen Estados fantasma que controlan la eficacia del capital en el ámbito internacional, son las mafias y los consorcios de la droga en todos los continentes, incluidos los antes llamados Estados socialistas del Este Europeo. Los Estados fantasma no han sido identificados; invaden, no solamente el tejido socioeconómico y la circulación general de capitales, sino también las instituciones estatales e interestatales. Las instituciones internacionales como la ONU han quedado relegadas, frente a un capitalismo que se adueña del mundo, trae consigo guerras y cierra las puertas a las auténticas manifestaciones humanas.
Frente a tal espectáculo, Derrida desea desenterrar los huesos de Marx, invoca su aparición, pues ese espectro no desaparece, se mantiene inquieto, obsequiando esperanza a los hombres que luchan contra la corrupción. La mística bíblica nos induce a encontrar un nuevo camino para la política contemporánea. El espectro de Marx trasciende el tiempo y musita verdades cerca de las sociedades que tienen una crisis del espíritu.[5] Sin embargo a ese espectro ya le falta algo, a saber, el espíritu, el cual han de proporcionárselo los nuevos hombres. El espíritu de Marx es invisible, ya no está presente:<
Quien se encuentra en duelo por Marx convive con los muertos y se encuentra a la espera de una repetición, por eso espera. Como en Hamlet se espera el retorno del rey muerto, pues <
<
El derecho se sustenta en la venganza; únicamente la guerra ha de volver a colocar en su lugar aquello que se ha desviado. La Diké, regresará cuando se fuerce el camino torcido a corregir su rumbo. Se ha de esperar la venida misma del acontecimiento mesiánico: la venida del otro, que arribará como justicia. La justicia se presentará como un espectro que es conjurado, no obstante para que éste aparezca nuevamente, no es necesario que se sistematice a Marx, sino más bien, es preciso la desconexión, la interrupción, lo heterogéneo. En el momento en el que un nuevo orden mundial intenta instalar su neocapitalismo y su neoliberalismo, ninguna degeneración consigue liberarse de todos los fantasmas de Marx. El espectro del comunismo, sale al paso cuando la heterogeneidad se ha radicalizado y la rebeldía suprema destruye lo viciado:
<
Conjuration, significa conspiración, mediante un juramento para luchar contra un poder superior. También es el encantamiento mágico, destinado a evocar, a hacer venir por la voz, a convocar un encanto o un espíritu. Es lo que conjura mediante la voz aquello que no está ahí en el momento presente de la llamada. Marx en su tesis doctoral Sobre la diferencia entre las filosofías de la naturaleza de Demócrito y Epicuro declara la guerra a Dios, haciendo notar a los adversarios de la filosofía que:
<
El hombre en esencia es divinidad suprema y la filosofía el ascenso a su majestuosidad. El lugar de Dios lo toma la razón atea. La idea de Dios es tan sólo una proyección ilusoria del hombre; Dios tiene realidad, pero sólo en la imaginación de los creyentes. La realidad de los dioses es un mito colectivo de un determinado grupo humano. El terreno de la razón es donde Dios deja de existir para dar lugar a la autoconciencia, pues:
<
La religión no es la causa sino el efecto de la servidumbre humana. Para acabar con la servidumbre en la política, hay que ir a su raíz y ésta se encuentra en otra forma mucho más sutil de servidumbre: la alienación humana donde el hombre no se posee a sí mismo, pues para realizar su existencia necesita pasar por el rodeo de una instancia extraña:
<
Marx, apunta a la reivindicación de una inmanencia integral del hombre que implica su auto-creación (ateísmo radical) y su auto-mediación histórica (la revolución socialista), cuando sea abolida la propiedad privada, el hombre se poseerá verdaderamente a sí mismo y no tendrá ya que realizarse y reconocerse a través de ninguna instancia extraña, ni religiosa ni política.
Cuando Marx analiza en El Capital el fetichismo de la mercancía, contempla al hombre en un doble ámbito: la política y la religión. Con objeto de poner al descubierto la raíz religiosa de la sociedad capitalista y a la vez la raíz social del judaísmo y el cristianismo, analiza el interés egoísta del judío, en una palabra el dinero. El dinero es el único dios del judío y del mundo burgués. El hombre adopta ante el dinero un comportamiento religioso. Marx, según Derrida, declara su odio al género humano por esa bajeza, con la cólera de un profeta judío.[14] - ¡El hombre se vende ante el oro, se prostituye!-. Se denuncia la alteración de los valores:
<
No debemos permitir que la única manifestación para enfrentar el mal internacional sea el terrorismo en tanto extremismo religioso, vislumbremos nuevamente el espectro de Marx que nos salen al paso como una Nueva Internacional:
No se puede asegurar que las propuestas teóricas que auguren un camino liberador, tengan fundamento pacífico. El porvenir se muestra inseguro y no nos promete estabilidad social. Derrida, parece advertir la irrupción de un cambio y el espectro del comunismo está presente frente al temor del capital. Pero ¿será propiamente Marx y no el ser del hombre que aflora para traer nuevamente la justicia a lo humano? ¿Acaso <<>>(p. 118), no es una manifestación del hombre en comunidad? ¿Acaso no es el hombre que entrega la vida en las revoluciones cuando cree en su sociedad? ¿Son propiamente los Espectros de Marx que nos ayudan y conducen como marionetas a saber lo que tenemos qué hacer? ¿O la teoría Marxista de la revolución es tan sólo el presentar una cara o dimensión inmanente al hombre que resurge cuando se encuentra la sociedad en crisis? ¿No es acaso el hombre quien intuye la venida de una fuerza mesiánica cuando la sociedad está en crisis? Se perciben sudarios, almas errantes, ruidos de cadenas en la noche, gemidos, carcajadas chirriantes, y todas esas cabezas, muchas cabezas que nos miran invisibles, la mayor concentración de todos los espectros en la historia de la humanidad, que nos llaman, puesto que una revolución se repite.[16] Lo que fue se volverá a repetir, los Espectros de Marx siguen ahí, presagiando que el tiempo y lugar de nuestra época se compondrán, después de la venida de alguien que re-establezca el derecho en las sociedades. Quizá habría que tomar esto en cuenta y prepararnos para la próxima venida de quien devolverá el estado de derecho a las sociedades, frente a un camino que parece ya no tiene retorno.
[1] Espectros de Marx, 71.
[2] Ibid, p. 76.
[3] Cosmopolitismo, Estado-nación y nacionalismo de las minorías, p. 13.
[4] Espectros de Marx, 96.
[5] Ibíd., p. 19.
[6] Ibid., p. 20
[7] Ibid., p. 24.
[8] Ibid., p. 33.
[9] Ibid., p. 35.
[10] Ibíd., p. 53.
[11] Ateismo y Utopía en Marx de 1839 a 1844, p. 4.
[12] Ibíd., p. 8.
[13] Ibíd., p. 41.
[14] Espectros de Marx, p. 56.
[15] Ibíd., p. 57.
[16] Espectros de Marx, p. 124.
domingo, 10 de febrero de 2008
Derecho internacional: Derrida y la espera de una fuerza mesiánica.
Por Roberto Hernández Cristóbal.
Aquí hay una cuestión que me interesa preguntarte, pues no sé si logré entender bien tu planteamiento, es decir, si lo que tratas de decir en tu escrito es que con todo el problema social que acutalmente afecta a todos...
(y que el problema quizás -"hablando en voz alta"- sea que ese sentir afecta individualmente, pues al invidividuo parece poco interesarle cómo afecta a los demás , indiferencia que tiene su explicación histórica, pero no su justificación presente)
...se traduce, pues, en una crisis en todos los sentidos, que al mismo tiempo será creador de fe y esperanza, pero sobre todo de espera (de que una fuerza mesiánica se genere).
si es así, me interesa saber si va por ahí tu discurso, o si acaso es el de Derrida y tú lo expones pero tu opinión es otra... En fin, quisiera que aclaráramos esto que quizás sólo yo no entendí para entrar un poco más en tu tema.
desde mi punto de vista (que no necesesariamente tiene por qué ser compartido), la importancia de marx no estriba en el carácter mesiánico del socialismo, sino en su afan -materialista, aunque el término esté pasado de moda- de analizar la dialéctica concreta de las relaciones socioeconómicas. es obvio que algunos de los planteamientos marxistas necesitan ser revisados (es decir, ha pasado siglo y medio desde entonces y sería absurdo pedirle a un pensador, por muy genial que sea, que se convierta en profeta), sin embargo su explicación de la superestructura a partir de la estructura (y no al revés) me parece que sigue siendo válida.
es evidente que la sociedad globalizada actual está podrida en sus raíces, y lo hermoso del marxismo es que ofrece la promesa de modificarla de manera racional, comprendiendo (y transformando) sus condiciones objetivas.
no creo que el cumplimiento de dicha promesa se base en un acto de fe (en ese sentido, no soy partidario del mesianismo), sino en un acto de voluntad.
Perdón escribí como tres comentarios, sin embargo no salieron publicados y no sè por qué, pero bueno:
Si hay algo que debemos reconocer a Derrida, eso debe ser su buena observación del timpo presente y su intuición del futuro. No podemos observar al autor como un religioso que espera, sino como un fotografo quien descubre. Quizá no nos dice lo que muchos quisieramos escuchar, y tan precoso y concreto como quisieramos, sin embargo sus argumentos trascienden cualquier acción y representan un fundamento para la acción, pero de qué acción concreta hablas estimado Jorge. No son pocos los teòricos que están estudiando actualmente cómo se pueden adherir las ideas marxistas a las democracias contemporáneas y muchos han dejado trás de sí las ideas originarias de Marx. Actualmente el ser humano parece gallina en engorda, se nos bombardea por todos lados para persuadirnos y que pensemos lo que es conveniente... cuál sería la propuesta concreta?...