martes, 19 de febrero de 2008

El violento oficio de informar

Por Mónica Krei

Si hay algo que pueda salvar de la vorágine histérica de la inmediatez y la mera información, al ejercicio del periodismo en Latinoamérica es la recurrente marca de violencia y fuego. El violento oficio de escribir, como lo bautizó Rodolfo Walsh, periodista y escritor desaparecido en la última dictadura argentina, fue y es
practicado por un puñado de valientes escribas de la cotidianeidad. Un puñado de valientes escribas que han dado y siguen dando testimonio en tiempos difíciles. Que se niegan a aceptar las prácticas de la supervivencia periodística: la resignación ante las modalidades de la censura o la autocensura, el miedo fundado en las amenazas, las
agresiones físicas, los chantajes, las extorsiones como lo sucedido a Santiago Leguizamón un puñado de años ha, o lo que desapareció a Enrique Galeano, meses atrás.
¿Cómo comprender el peligroso ejercicio del periodismo de este lado
del mundo?. Desde que ha sido parida esta Latinoamérica, las mutilaciones, el aniquilamiento, la injusticia y el hambre marcaron el compás de su historia y ante este paisaje, algunos escribas de la comunicación han impreso, en tabloides de todos los perfiles, las miserias de su tiempo para el ocultamiento no se vuelva una de las
caras de la mentira. La patota del poder y sus secuaces, siempre dispuestos al gatillo fácil y con la absoluta impunidad, han contribuido a que la libertad de prensa y expresión sean banales y grandiosas letras en los anales de la legislación internacional, que nada tienen de material en su castigo para la realidad latinoamericana y el oficio del periodista.

En el campo de los géneros discursivos, la crudeza y la necesidad de los tiempos que corrían en la década del 60, obligó a que muchos periodistas se valgan de los recursos narrativos de la literatura para plasmar en clave periodística la realidad. Fue así como nació el nuevo periodismo o non fiction novel, de la pluma de Walsh y Truman Capote. Hoy, de la mano de García Márquez o Tomás Eloy Martínez, cuánto alumno de comunicación estudie en Latinoamérica continúa sus pasos en la aprehensión de este género híbrido.
Sin embargo, por encima de la bendita y magna carta constitucional, en cada país de este surrealismo del sur la excesiva denuncia de la injusticia social o la inmoderación en la opinión política o el descomunal retrato de nuestro horror económico han sido acallados, cuando no menos desaparecidos y asesinados, en nombre de la paz interior.
Por eso, a los futuros escribas del futuro incierto del violento oficio de informar, no sólo les queda recordar la muerte de algunos de los escribas caídos en el ejercicio de la profesión, sino también, y desde la honestidad intelectual, empuñar el lenguaje como un fusil ante la infamia de los tiempos que corren.